La Rioja

El regalo que merecía Logroño

El tren trajo el progreso a la ciudad en el siglo XIX y ha dejado de nuevo su huella transformadora en el XXI. Sobre las vías soterradas y tapizando la estación intermodal, el parque Felipe VI ha regalado a la capital un enorme pulmón verde y un punto de encuentro.

Hay obras que resuelven problemas puntuales en las ciudades y otras que las transforman. Logroño vivió una de esas metamorfosis urbana en 1958 cuando los trenes dejaban de pasar por lo que hoy es la Gran Vía y los raíles se desplazaban hacia el sur. Medio siglo después, la otra gran transformación ‘enterraba’ aquellas vías y de paso creaba el mayor parque urbano de la capital riojana, un oasis de 62.000 metros cuadrados que rompe la barrera psicológica del viejo trazado ferroviario y hace de Cascajos un barrio más amable, que extiende una alfombra verde hacia el centro de la ciudad.

«El parque Felipe VI es un regalo que el tren hace a la ciudad», les gusta decir a los artífices del proyecto, los arquitectos Iñaki Ábalos y Renata Sentkiewicz, recuerda Mari Cruz Gutiérrez, arquitecta y directora técnica de la sociedad Logroño Integración del Ferrocarril (LIF), formada por las administraciones local, regional y central.

Aunque este espacio verde y de esparcimiento es el remate de las importantes infraestructuras sobre las que se extiende, como son las vías, los andenes y la propia estación de ferrocarril, inaugurada en 2011, así como la nueva terminal de autobuses, el parque tiene su propia personalidad, y es mucha. No es corriente encontrarse en el centro de una ciudad con un espacio verde de estas dimensiones, que en parte se extiende en forma de loma artificial sobre una estación intermodal y con una cúpula por encima de una calle, y todo ello con modernos sistemas de aprovechamiento del agua y una función de regulación térmica que atenúa los contrastes de temperatura en las estaciones de tren y autobuses.

El resultado es un corredor ver- de que ‘restaña’ la división urbana que provocaban las vías del tren antes de ser soterradas y que permite caminar en sentido este-oeste por una gran área plana donde 14 lucernarios envían luz natural a los andenes, antes de ascender por la ladera de la estación de tren, asomarse a la cúpula sobre la calle Colón y descender por el otro lado hacia otra zona estancial con un lago y un conjunto de fuentes que aportan frescura al ambiente.

El conjunto se ha concebido con una visión muy contemporánea, en la que se relacionan y conviven en armonía distintas disciplinas, como la arquitectura, la ingeniería, el urbanismo y el paisaje urbano, y todo ello con una premisa: la sostenibilidad medioambiental. Ese objetivo se consigue desde varios puntos de vista, con la reutilización de terrenos ocupados antes por las vías, lo que evita consumir suelo nuevo, y también con el aprovechamiento del agua de lluvia, mediante una especie de sistema de «esponja» que la recoge en dos aljibes para el riego de los jardines.

Además, el diseño sobrio de parterres y praderas, obra de la arquitecta paisajista Teresa Galí, se basa en el uso de plantas de la familia de las gramíneas, con escaso requerimiento hídrico. También contribuye a esa visión sostenible la función que tiene la cubierta verde con tierra vegetal de aislamiento térmico para mitigar el calor en las estaciones de tren y de autobuses, una regulación de temperatura que no se lograría con una cubierta convencional de chapa o de hormigón.

Cúpula de unión ajardinada sobre la calle Colón 

ZONA DE REUNIÓN. Si la parte paisajística es muy importante, no lo es menos la conectividad urbana que consigue el parque Felipe VI entre dos partes de la ciudad a las que el trazado ferroviario obligaba a darse la espalda. «El parque pone en valor al barrio de Cascajos y es una zona de reunión», comenta Mari Cruz Gutiérrez, que destaca el interés que ha generado este espacio entre los vecinos de Logroño nada más abrirse el segundo tramo, que ha permitido la conexión con el lado de la estación ferroviaria por la zona de la cúpula, de manera que es hoy un lugar muy concurrido por personas que acuden a pasear, a tumbarse en la hierba a tomar el sol o a visitarlo expresamente, por sus singularidades.

El parque está finalizado, pero tiene recorrido a futuro. La idea es que este enorme pulmón, solo superado en metros cuadrados por los periurbanos del Ebro y del Iregua, pueda tener continuidad con estos otros dos parques con su prolongación por sus extremos este y oeste, lo que conformaría un gran cinturón verde en la ciudad, apunta la directora técnica de LIF.

La ambiciosa intervención en torno a la construcción del soterramiento y de la estación intermodal tiene también un componente de transformación urbanística muy relevante. Como detalla Gutiérrez, el parque adquirirá toda su escala cuando se complete con la obra del nudo de Vara de Rey y estén construidos los bloques de viviendas que se levantarán a su alrededor, que ayudarán con su venta a financiar parte del conjunto de las obras y contribuirán a generar una nueva escena urbana. «Cuando todo esté acabado, el parque cogerá más relación con su entorno. Ahora se puede pasear por el parque, pero cuando estén finalizados los edificios se comprenderá mejor las intenciones y los rangos de escala del proyecto», apostilla la arquitecta.

La construcción de los bloques de viviendas, que se edificarán con requerimientos medioambientales y cuya ubicación resultará muy atractiva al estar frente a un parque y en una zona bien conectada con el resto de Logroño, se apoya en la idea de respeto al ‘hueco’ que había previamente con las vías del tren, una especie de espacio negro ahora reconvertido al verde, pero que preserva esa imagen de área abierta de la ciudad.

UN CÚPULA ‘ATREVIDA’. En el conjunto de este proyecto de regeneración urbana, que es un referente en el urbanismo español e incluso internacional, también ha tenido gran peso la ingeniería y el diseño de la cúpula, uno de los elementos más singulares del proyecto y poco frecuentes en escenas urbanas, cuyo desarrollo ha correspondido al ingeniero logroñés Miguel García Manzanos.

«Es un elemento atrevido y novedoso en muchas facetas», asegura Mari Cruz Gutiérrez, que destaca que la cúpula que une las dos estaciones y las dos partes del parque funciona también como puerta de entrada a la ciudad, aporta identidad a Logroño cuando los viajeros llegan por primera vez y da sombra cuando aprieta el sol y cobijo frente a la lluvia.

En suma, toda la actuación genera una especie de orgullo, de «aprecio territorial», como resume la directora técnica de LIF. Una respuesta a la pregunta que alguien podría formularse: ¿todo esto no es demasiado para una ciudad como Logroño? «Es lo que Logroño se merece», sentencia la arquitecta.

RECONOCIMIENTOS PRESTIGIO MUNDIAL El proyecto del soterramiento de Logroño, con sus distintos elementos, como las estaciones y el parque, han suscitado el interés arquitectónico en España y fuera del país. Además, la singularidad de su diseño y las soluciones de sostenibilidad aplicadas le permiten optar a reconocimientos internacionales. En el apartado de buenas prácticas medioambientales, será uno de los primeros proyectos españoles en obtener la certificación Breeam Internacional. Además, el proyecto logroñés se ha expuesto en Boston, en congresos de Shanghái e Italia y en unas jornadas en Melbourne. Además, es candidato a los prestigiosos premios Mies Van der Rohe.